«Revísame despacio que tengo prisa». 

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Tómatelo con calma.

Hay un dicho popular que reza así: «Vísteme despacio que tengo prisa».

Cuando escribimos, sobre todo cuando empezamos y estamos creando nuestro primer libro, el entusiasmo, la ilusión y la novedad de la situación nos puede jugar una mala pasada. Hablamos de las prisas por ver nuestro «bebé» ya nacido.

Nos apremia el tiempo, la familia que espera, los amigos que nos apoyan… Estamos tan ilusionados con nuestro nuevo reto que lo contamos a todo el mundo. Eso es bueno, es parte de la motivación que necesitamos para ir hacia un nuevo objetivo, sea el que sea.

El problema viene cuando convertimos esta ilusión en un ansia apremiante, por querer satisfacer a todos y por tenerlo ya culminado.

Cuando escribimos un relato, una historia, y estamos inmersos en ello, el tiempo pasa conforme a lo que nosotros vamos invirtiendo en él. Pero cuando lo acabamos y depende de otros el verlo finalizado, el tiempo se nos alarga infinitamente y entramos en crisis: todo nos parece muy largo, lento, prescindible. Ya hablamos en otro artículo sobre el momento crítico de un libro y comentábamos que es el principio y el final. Te dejo el enlace abajo para que lo puedas leer.

Sin embargo, en la creación de un libro debemos tener en cuenta dos puntos imprescindibles y candentes: revisarlo, corregirlo, y pasarlo por el filtro de dos o tres lectores.

Un libro necesita muchos ojos para que llegue en óptimas condiciones al lector. El propio autor no es la persona idónea para ello, pues tiene la historia tan fresca en su mente que se saltará aquello que, literalmente, su mente no ve al leer. Lo ideal es realizar tres pasos:

1.-Pasar un corrector al acabarlo (en nuestros sistemas operativos en los ordenadores y iPad siempre habrá uno) y hacerlo con suma atención. Buscar palabras que utilicemos mucho como «pero», «así que», «sino» para poderlos sustituir por otras expresiones y enriquecer así tu vocabulario. Yo suelo tener siempre abierto en otra pantalla el diccionario de WordReference para buscar sinónimos, antónimos y expresiones semejantes. A veces me encuentro con la sorpresa de términos que se ajustan mucho mejor a lo que quiero describir.

De igual forma, ha de cuidarse el continuo uso del nombre de nuestros personajes. Los utilizamos tanto y con tanta frecuencia que puede resultar cansino al lector. Y es algo que podemos obviar en muchas ocasiones a través de la propia narrativa, sin necesidad de volverlos a nombrar en cada frase.

2.- Pasar nuestro escrito a dos o tres personas de confianza y que sepamos que serán sinceros con nosotros para apuntalar nuestro escrito en aquellos elementos que están flojos, qué falta información, que se excede en descripción e, incluso, en faltas ortográficas que se nos haya «colado». Te lo aseguro, siempre se cuelan.

3.-Revisarlo de nuevo con los datos obtenidos por nuestros lectores Beta y, tras los cambios pertinentes, darle otra vuelta con el corrector del sistema.

4.-Por último, y si te es posible, que lo examine un corrector profesional, orto tipográfico y de estilo, que pueda darle el último visto bueno.

Como puedes observar, dejar en óptimas condiciones un manuscrito para luego enviarlo a una editorial o autopublicarlo, conlleva un tiempo y un esfuerzo. Es casi tanto como el escribirlo y es, sin duda, un momento imprescindible, pero si no lo tienes agendado, se te hará eterno. Y te lo comento por experiencia propia: yo aprendí esta gran verdad sufriendo mi impulsividad e impaciencia natural. Ahora, y debe ser ya algo de la edad, todo pasa con otro filtro más cercano a «todo llega a su tiempo».

El refrán que nos dio pie a este artículo, «Vísteme despacio que tengo prisa» es unos de los más populares de nuestro refranero español, cansino y agotador de lo mucho que se utiliza. Se comenta, que su origen fue una frase que un rey de España, —según el escritor Benito Pérez Galdós en sus «Episodios Nacionales», se lo otorga a Fernando VII— el que la dijo al ver que uno de sus sirvientes no atinaba a vestirle adecuadamente para asistir a una importante reunión. Hay otras versiones basadas en Napoleón o Carlos III.

Te dejo con una sugerencia para cuando sientas ese apremiante empuje, en lo que sea que te ocupe:

– Escribe una pequeña lista de puntos a conseguir respecto a tu meta, cosas tan sencillas como: llamar a… Buscar información relativa… Preparar archivos, esquemas, mapas mentales, etc.… Como ves, son pasos muy sencillos.

– Pon fechas que sean cómodas de mantener y que te permitan moverte con cierta tranquilidad.

– Tacha, cada paso, por tonto que te parezca, de esa lista. Cada tachado representará una acción que ya se ha realizado y será un punto de palanca para tu motivación, porque serás consciente de tu avance.

Y para finalizar, gracias por haber llegado hasta aquí en tu lectura, te dejo con un dicho que me parece sencillamente genial por su sencillez y contundencia y que se la ha parafraseado al emperador Augusto:

«Apresúrate, lentamente»

 

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