Debo reconocer que la literatura japonesa es una de mis debilidades, sobre todo, si trata sobre la cultura y su historia. Últimamente, me uno a ella en cuanto a la escritura de thriller.
Siempre me ha llamado la atención la visión tan particular que subyace en la manufactura de Japón, sea cine, comic, escritura, audiovisuales… Es una mezcla de sentido del deber, con las creencias antiguas, el poder del pasado y los antepasados, cierta nostalgia y, al mismo tiempo, el drama y la visión casi negativa del presente. Cuando menos, choca en cuanto a un pueblo que se desarrolla y evoluciona constantemente.
Esta es una lectura en la que se narra, de forma muy curiosa, la historia de cinco niñas de diez años, donde cuatro de ellas son testigos del asesinato de la quinta niña: un extraño convence a Sae, Maki, Akiko y Yuka de que se separasen de su amiga Emiri y, unas horas más tarde, sus compañeras encuentran a Emiri asesinada.
Este hecho, traumático dondequiera que se mire, marcará de forma diferente a las cuatro niñas. Ninguna fue capaz de describir físicamente al desconocido ni de dar pistas a la policía. La madre de Emiri, unos años más tarde, les hace una amenaza: «Haced lo que sea para encontrar al asesino. Si no, deberéis cumplir una penitencia».
Y justo, cuando el delito está a punto de prescribir quince años más tarde, las cuatro mujeres siguen sintiendo la culpa y pesa sobre ella la maldición de la madre de su compañera muerta.
Esta historia está narrada bajo la visión de cada una de las protagonistas, las cuatro mujeres e incluso la madre de la chica asesinada. Narrada en primera persona, cuentan la historia tal como la vivieron, y lo que les ha supuesto a la hora de crecer con ese estigma y esa necesidad de «compensar» algo que ellas sienten como una falta grave. Cuatro aspectos que se diferencian según narran sus propias historias y que terminan concluyendo en una única premisa: hacer penitencia por la falta cometida.
Con una escritura cómoda, clara y precisa, aunque con trazos reconocibles de la forma de expresión algo inexpresiva de la forma japonesa y que podemos observar en sus producciones a la gran pantalla, Kanae nos adentra al sentimiento y sentido del deber tan arraigado en su cultura. Nos hace sentir cómplices de la historia y cuestionarnos qué haríamos si estuviéramos en el lugar de cada una de sus protagonistas. Resulta a partes iguales conmovedora, doliente y escalofriante.
Kanae Minato nació en Hiroshima y esta es su segunda novela. Confesiones (2008; Nocturna, 2021), su primera obra, vendió más de tres millones de ejemplares en Japón, ganó premios como el de los libreros y fue nominada al premio Shirley Jackson. Fue adaptada al cine y dirigida por Tetsuya Nakashima, representando a Japón en los Oscar.
En la actualidad, Kanae Minato se dedica íntegramente a la escritura y forma parte de la Asociación de Escritores de Misterio de Japón.
Kanae Minato será, sin duda, una voz relevante y sorpresiva dentro del género de novela negra japonesa, y será muy interesante de seguir su evolución.
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