La novela fusiona romance histórico con drama familiar, explorando temas como el honor, la venganza, y la lucha por el poder, en una historia ambientada en la Galicia rural del siglo XIX.
La trama comienza cuando André de Castronavea, regresa al pazo familiar tras completar sus estudios en Salamanca. Lo que más anhela no es solo reencontrarse con su familia, sino volver a ver a Iria, la hermanastra de su padre, con quien comparte un vínculo complejo y un amor prohibido. La historia se enreda con la antigua rivalidad entre poderosas familias: una vieja disputa surgida años antes entre los Castronavea, ganaderos, con la familia Ordás, mineros, que amenaza con despojar a los primeros de sus tierras. Las traiciones, venganzas, conflictos morales y tiranteces de una familia tiránica, dan forma a la trama.
La obra tiene un estilo claro, con una narrativa rica en descripciones visuales, que ayudan a sumergirse al lector en la ambientación de aquella época. Galicia, siglo XIX, el poder de las familias adineradas, los entresijos internos para mantener el estatus, el linaje… A través de estas descripciones, no solo nos vemos inmersos en la época, y conocemos a los personajes, sino que nos sirven como herramientas para profundizar y entender la historia que se desarrolla.
A su vez, nos muestra los valores familiares que pesaban en aquella época, con temas universales como la lealtad, el amor imposible y la lucha de poder.
Dividida en cinco partes más un epílogo, la novela se crea con una dinámica coral de los diferentes miembros de la familia. Se desarrolla a medida que vamos conociendo lo que va pasando entre ellos, y cómo enfrenta cada uno su destino en una sociedad aún hermética y excesivamente estructurada. Esto le da un carácter dinámico a la lectura, siguiendo varias líneas narrativas
El elenco de personajes elegidos es sumamente variado en carácter, y complejo en personalidades. Me llamó la atención la fuerza con la que se nos presenta a los diferentes personajes femeninos. Algunos de ellos sobresalen por su entrega e integridad ante un claro y evidente contexto patriarcal en aquella etapa de nuestra historia. La figura de Iria es desafiante, rompiendo todos los roles tradicionales; en el caso de Quinta, la capataz, es la encarnación de una lucha que nos habla de la justicia y la tierra. Cada hermana, sobrinas de Iria, nos representa una personalidad diferenciada que acepta sus roles en la sociedad, pero no se entrega a ellos de forma completa.
A excepción de los cabezas de familia, mi impresión con la generalidad de personajes es que son los femeninos quienes llevan la voz cantante. La novela me atrapó; me encantó. Pero cuando veo este cambio relevante de fuerzas y rebeliones femeninas, me hace dudar si no está influenciado por nuestra dinámica y visión político-social actual, o si se trata de una denuncia legítima por parte del autor de un proceso histórico, no muy lejano.
Las descripciones que leemos de la Galicia, entrelazando los paisajes, con las tradiciones locales, la trama familiar, el apego a la tierra y al legado que ella significa, nos muestra el trasfondo histórico. La descripción de la casa familiar, el pazo de los Castronovoa, junto al contraste que nos ofrecen los paisajes rurales respecto a las fiestas aristocráticas en la capital del país, nos ofrece una visión del enfrentamiento eterno entre el progreso urbano y la resistencia a cambiar del mundo rural.
Fernando J. Múñez es un escritor madrileño. Yo comencé a conocer su obra a través de su primera novela, La cocinera de Castamar (2019), fue un éxito de ventas y se adaptó a una exitosa serie de televisión. Posee una gran habilidad para crear un estilo narrativo detallista y emotivo, que combina con rigor histórico.
Con Antes se secará la tierra, el autor nos muestra su talento para explorar la condición humana a través de conflictos familiares y sociales en épocas no tan lejanas.