El diálogo como herramienta (I)

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Los diálogos son una técnica poderosa para captar la atención del lector y hacer que la narrativa sea más interesante y atrayente al lector. Es una herramienta que está incluida en cualquier relato y, si tenemos un poco de cuidado y picardía, pueden convertir nuestra historia en una lectura deliciosa, sugerente a nuestro lector.

Aplicar detalles únicos a la escritura de diálogos puede transformar una conversación ordinaria en una experiencia inmersiva y reveladora para quien lo lee.

Tanto es así que, si logras crear tensión en los diálogos o implementar alguna característica del personaje a través de él, incluso revelar información precisa de algo pasado que explique una situación, el diálogo se convertirá en una poderosa estrategia para captar la atención del lector de forma que no pueda dejar de pensar en la lectura hasta acabarla.

Algunas de estas estrategias puede ser:

  • Incorporar modismos y jerga. Los modismos locales de una zona concreta, una isla o un pueblo apartado, así como la jerga específica de un grupo profesional otorga autenticidad a los personajes. 

Es verdad que algo demasiado específico y con abundancia de estos modismos o elementos característicos de una profesión puede asustar y aburrir al lector. Pero si se utiliza con moderación, ponderando dónde puede encajar mejor y se cuida de que sea reconocible, es una herramienta poderosa y muy valiosa para sumergir al lector en su mundo y que se sienta parte de la historia.

  • Revelar información a través de la conversación. Esta es una herramienta fabulosa: utilizar a los mismos personajes como medio para revelar detalles únicos y precisos de la historia. Hay varias formas de incluir esta información en la narrativa, y a través del diálogo puede ser tan fácil como una conversación en secreto, una confesión entre amigos, mencionar un recuerdo, un aroma que nos lleve a un lugar concreto, un sonido específico que nos recuerde algo (incluso aquí vale elementos que nos lleven a traumas o situaciones que tengamos que descubrir poco a poco).
  • Diálogos sensoriales. Se trata de describir cómo los personajes perciben su entorno mientras hablan. Aquí entra todo: algo que observa en ese momento, el roce con algo que le trae un recuerdo, el sabor amargo de un café, o un personaje que podría interrumpir su frase al ser distraído por un sonido o ruido que le despista abstrayéndole de la conversación.

Si utilizas el contraste entre lo que los personajes perciben y lo que está sucediendo en la conversación puedes aumentar la disonancia y la tensión. Sería el caso de un diálogo tenso que puede transcurrir en un entorno aparentemente tranquilo, como un jardín sereno.

Y si incluyes un detalle que resulte disruptivo, como un olor desagradable, o un ruido espantoso, que puede cambiar la dirección de la conversación sorprendiendo a los personajes, también ocurrirá ese efecto en el lector.

  • Ritmo y pausas significativas. Esta es una parte que me encanta trabajar, al igual que el buen uso de las exclamaciones, interrogantes  y puntos suspensivos. Es crear un ritmo en los diálogos, donde las pausas son tanto o más  significativas para sugerir emociones y tensiones subyacentes. La duda, el miedo, la desconfianza, el titubeo, la prudencia… son emociones y cualidades que se pueden dejar entrever y sentir a través de un buen uso de estos signos que nos representarán estas pausas tan específicas. 
  • Y con esto último, interrupciones y silencios: Las interrupciones abruptas o los silencios cargados pueden ser muy efectivos para construir tensión. Un personaje puede detenerse antes de revelar un detalle crucial, dejando al lector en suspenso.
  • Acciones paralelas: Puedes jugar entre desarrollar la conversación de los personajes y, mientras dialogan, describir sus acciones y todo aquello que estén realizando consciente o inconscientemente: puede tratarse de tic (cómo temblarle un párpado, acomodarse el cabello tras la oreja o mover los dedos con rapidez), mirar fijamente a un objeto, o al contrario, no dejar de observar nerviosos a su alrededor… Incluso elementos de cambio en el semblante, comisuras de los labios, mover las aletas de la nariz, notar el cambio en la mirada, morderse los labios… 

Todas ellas son acciones muy humanas, muy familiares a todos, reconocibles para el lector y que, en una narrativa, puede añadir profundidad y realismo a la conversación.

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